lunes, 2 de julio de 2007

La mirada que le devolvió el espejo no era la suya...

La mirada que le devolvió el espejo no era la suya, ni tampoco reconocía a la mujer que la observaba desde el otro lado. Ya no se reconocía en aquellos ojos atormentados, ni en aquella mirada fría como el hielo.
Mientras se contemplaba no paraba de preguntarse a dónde habría ido a parar la niña de sus recuerdos, aquella cuyos ojos refulgían de vida y de sueños por cumplir, aquella misma niña que imaginaba que era un pirata cuando jugaba con su espada de madera y que no quería ser princesa, como las demás niñas, porque le parecía demasiado aburrido estar esperando en la torre más alta del castillo, a que alguien la rescatara.
Hubiera jurado que se trataba de un simple espejismo de su imaginación si no fuera porque el recuerdo permanecía grabado a fuego en su memoria, latente a pesar del tiempo.
–Mi señora… –dijo alguien irrumpiendo repentinamente en su tienda de campaña–. Las tropas aguardan vuestras órdenes.
Yngvild se sobresaltó con la irrupción del joven guerrero y le clavó una furibunda mirada.
–Lo lamento, mi señora, pensé… –comenzó a modo de disculpa el joven.
–La próxima vez que entres sin permiso, no vacilaré en atravesarte –interrumpió ella.
–Sí, mi señora –dijo el muchacho tragando saliva con dificultad al sentir la gélida mirada de la mujer.
–Prepara mi yegua –le ordenó mientras cogía su espada que reposaba en una mesa, encima de un gran mapa geográfico con numerosas cruces rojas.
El muchacho asintió e hizo una leve reverencia antes de abandonar la tienda.

Mientras se ceñía la vaina a su talle, Yngvild se lamentó de la falta de respeto que mostraban los guerreros de ahora. Cuando ella era pequeña no se le habría ocurrido a nadie entrar en la tienda de un General de esos modos, porque todo el mundo conocía el castigo que ello implicaría. Pero aquellos eran otros tiempos, la gente luchaba entonces para defenderse y ahora… ahora se luchaba para destruir, someter, conquistar y enriquecerse.
“La vida es lucha, Yngvild”, le había dicho en una ocasión su padre, pero ella entendía que coger una espada y sesgar la vida de otro, se justificaba si era tu vida la que estaba en peligro, o la vida de tu familia, o incluso tu aldea. Matar por matar era algo que seguía repudiando a pesar de las numerosas batallas que acumulaba a sus espaldas.

Con un profundo suspiro, se ajustó el casco y salió de la tienda. Fuera, una hueste de veteranos guerreros ultimaba el bruñido de sus pertrechos y la preparación de sus monturas, mientras un hedor a acero y sudor contaminaba el ambiente anunciando la batalla que estaba a punto de producirse.
Yngvild buscó con la mirada a Gunnar y cuando lo divisó ajustando la montura de su caballo, atravesó el campamento para acercarse a él.
–Mi señora –la saludó este cuando llegó.
– ¿Todo está listo, Gunnar?
–Todo dispuesto mi señora.
En ese momento una bandada de cuervos negros atravesó el campamento aleteando ruidosamente e incomodando a los supersticiosos. Sólo Yngvild siguió su trayectoria con la vista mientras se perdían en la lejanía.
–Gunnar –habló ella finalmente–, informa a tus hombres de que rectificamos el rumbo.
–Mi señora, ¿no creeréis en esas antiguas supersticiones sobre cuervos, verdad?
–Los cuervos son mensajeros de Odín, Gunnar. Cuando aparecen siempre traen un mensaje consigo.
Gunnar calló porque consideraba inapropiado contradecir las órdenes de un superior, a pesar de que no estaba de acuerdo. Había trazado milimétricamente la estrategia con ella y sabía que habían escogido la mejor opción para una férrea ofensiva. Le parecía poco menos que una insensatez cambiarla por la aparición inesperada de una bandada de cuervos.
En ese momento sus ojos se encontraron con los de Yngvild y sintió como ella leía cada uno de sus pensamientos a través de su penetrante mirada. Avergonzado por no haber recordado que ella tenía la extraña habilidad de adivinar los pensamientos de los demás, dijo:
–Mi señora, no os ocultaré mi preocupación por vuestro cambio en la estrategia que habíamos trazado.
–Lo sé, Gunnar. Conozco los temores que te asaltan, pero deberías confiar en mí –le dijo.

Desde que Gunnar podía recordar, siempre había visto a Yngvild junto a su padre en las batallas. A pesar de su corta edad, su padre siempre la llevaba consigo, pues en más de una ocasión había salvado su vida y la de muchos de sus hombres gracias a su don. Era capaz de leer los pensamientos a través de la mirada, anticipándose así a las acciones de sus contrincantes convirtiéndose así en una temida guerrera. Muchos trataron de secuestrarla o matarla con desastrosos resultados, cosa que divertía a Yngvild, quien se complacía alardeando frente a ellos de su superioridad. Sin embargo, desde la muerte de su padre, Yngvild comenzó a considerar su don como una maldición ya que no le había servido para salvarle la vida. La amargura que consumía a Yngvild había hecho estragos en ella, endureciendo las facciones de su rostro e intensificando su gélida mirada.
Gunnar siempre había temido su don, por eso medía cada uno de sus pensamientos cuando estaba cerca de ella para que no advirtiera cuales eran sus verdaderos sentimientos. Se consolaba con que tal vez su don sólo leyera la mente y no el corazón, porque de ser así, ya hace tiempo que hubiera descubierto lo que sentía por ella. Por eso evitaba mirarle a los ojos y encontrarse con aquella mirada que tanto amaba y temía y que le traspasaba justo como lo estaba haciendo en aquel instante.
–Confío en vos, mi señora, ya lo sabéis –dijo Gunnar finalmente.
Yngvild sonrió ante aquella afirmación y asintió levemente para añadir:
–Entonces dile a tus hombres que cambiamos el rumbo. El vado ya no es seguro y puesto que algo ha asustado a los cuervos irrumpiendo en sus dominios, podemos contar con que el enemigo ya ha alcanzado el bosque.
Gunnar siempre se maravillaba con la genuina habilidad que ella tenía para la advertir todas esas cosas que hacían grande a un general, por eso lo único que añadió a continuación fue:
– ¿Cuál es el nuevo rumbo, mi señora?
–Las montañas Hjalmarr –contestó.
–En ese caso iré enseguida a avisar del cambio de rumbo y a añadir algo de ropa de abrigo a nuestra comitiva.
–Bien, partiremos en cuanto esté todo listo. El camino que nos queda por delante es largo y quiero emprenderlo cuanto antes.
–Sí, mi señora –dijo Gunnar haciendo una leve reverencia y cogiendo la rienda de su caballo para encaminarse a cumplir con lo que le había pedido Yngvild.
A lo lejos, el relincho de una yegua que Yngvild reconoció al instante como la suya, le hizo dar media vuelta y dirigirse al lugar donde sujetaban sin éxito al inquieto animal, quien con unas caricias de la mujer, pareció calmarse y dejó que lo terminaran de preparar.

Cuando todo estuvo dispuesto, Yngvild montó sobre su yegua y se dirigió al frente de sus hombres para hablarles, como era costumbre.
–Nos queda una larga travesía hasta las montañas y sé que muchos de vosotros teméis esa ruta. Es arduo el camino que nos aguarda pero la victoria es nuestra recompensa. Caeremos sobre el enemigo como una nevada inesperada y para cuando quieran reaccionar ya tendrán nuestro acero hundido en sus carnes –un gruñido de satisfacción comenzó a extenderse entre los hombres, quienes intercambiaban muecas representando la cara de sus enemigos moribundos.
– ¿Estáis conmigo? –les preguntó Yngvild.
–¡¡Síiiiiii!! –corearon ellos.
–No os oigo, ¿estáis conmigo? –repitió.
–¡¡¡SÍIIIIIIIIIIIIII!!! –respondieron sus hombre rugiendo atronadoramente al unísono.
–Haremos nuestra mejor ofrenda a Tyr con la sangre derramada de nuestros enemigos, ¡¡qué corra a nuestros pies como un río infinito!!
Los gritos de los guerreros se propagaron por todo el campamento enardeciéndoles y a continuación emprendieron la tortuosa marcha, hacia las montañas de Hjalmarr cuando el sol se encontraba en su punto más alto, lo mismo que sus ánimos.




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10 comentarios:

Laura Luna dijo...

¡Oh! :D Me ha gustado mucho este personaje, y es que siento predilección por las chicas fuertes y guerreras^^ La historia está muy interesante y la has sabido redactar muy bien :) ¡Quiero más!
Un besote,
Mun Light Doll

Y rebienvenida ;)

Óscar Sejas dijo...

En dos palabras Im-presionante.
Me ha encantado Malena, he estado enganchado a la lectura sin poder despegar los ojos de la pantalla.

Ojalá hagas más partes, la fantasía-épica es un género que se te da a las mil maravillas.

Un abrazo enorme.

Pedro dijo...

Me ha encantado, no ya por el género,que también , si no por como está escrito , la fuerza de las descripcione sy los diálogos, Además e sun estilo que me apasiona y en el que se te nota muy suelta. La verdad es que me das un poco de envidia porque hace un tiempo que quiero escribir algo de e etse estilo pero para que quede algo ligeramente similar a lo tuyo tendría que emplear muuuucho tiempo , y no se si conseguiría ni acercarme.

Un abrazo,

Pedro.

tormenta dijo...

tía tu es que cada día escribes mejor!! cómo lo haces?? XD
bueno, me ha gustado de cabo a rabo ... pero especialmente el momento braveheart que me ha puesto la piel de gallina.
es tan visual, que en vez de escribir parece que filmas.
una pasada nena, como siempre.
un beso grande de tu admiradora incondicional^^

Anónimo dijo...

Wuau! Tienes una facilidad enorme para este tipo de relatos. Me ha encantado. Un besote!

Roadmaster dijo...

Creo que es la primera vez que te leo y me ha gustado muuuucho. Mi pasión por la épica y las leyendas nórdicas me arrastró a Finlandia, ya te imaginarás mi nivel de frikismo XD
Aún no me he aventurado a escribir relatos en este género, pero tengo un guión entre manos que es por el estilo ;-)
Swords up!

Carabiru dijo...

Me ha encantado, a mi que me chifla la literatura de este tipo.

Has encarrilado perfectamente la historia, has presentado al personaje a la perfección, sus motivaciones...

En fin, redondo!

Salu2

Popi dijo...

Increíble melona, realmente espectacular. Haces que me meta de lleno en la historia, que me sienta un personaje más del cuento. En cuanto a épica, de lo mejorcito que he leído en mi vida. Vale, no es que haya leído mucho, algo, pero joer, es que está muy currado tía, aunque no me sorprende a estas alturas de la vida venir aquí y disfrutar con tu lectura.
P.D.-Gracias por llamarme Melón. Jajajaja.
Un beso guapa!

Pugliesino dijo...

Resaltas en tu narracíón los momentos que quedan ocultos ante el fragor del combate, ante los desenlaces finales, quedando en el olvido. Porque son parte tambien de la épica, tanta o mas que la propia batalla. Aquellos cuervos, los recuerdos del pasado, el momento de soledad, el temor de que algo pueda salir mal, todos esos detalles los describes en una gran relato sin que haga falta el ruído del acero. Nos dejas a las puertas del combate, pero habiendo disfrutado de una bella lectura.
Un abrazo!

Anónimo dijo...

Cuando he visto que era larguito me he desanimado un poco, que hoy ando perezosa.
¡Pero me ha encantado! Me he quedado con ganas de más, pero eso seguramente habría estropeado el cuento así que así está perfecto!
¡un besote de frambuesas!