jueves, 5 de junio de 2008

Mi corazón de chocolate.

Me levanté demasiado temprano esta mañana, algo ciertamente extraño puesto que la medicación que tomo ahora, me induce al sueño con bastante facilidad, pero esta vez no hizo efecto. Tuve un mal sueño y dormí bastante poco y mal. Debería haber doblado la dosis o triplicado quizá, lo pensaré para la próxima.

El caso es que uno de los efectos secundarios de la medicación es que te deja todo el día somnolienta, y si esto ocurre cuando duermo bien, pues imagínate cuando no lo hago, el efecto se aumenta, y con él, la sensación de ir todo el día zombi perdida.


Tras varias actividades rutinarias, decido ir a hacer la compra diaria yo sola, cosa que en mi estado no es nada aconsejable hasta que no esté mejor, pero debió ser el efecto sedante de las pastillas, el que me hizo pensar que si salía a la calle y me daba el aire, me despejaría un poco. O eso, o mi inconsciencia, o que estaba sola y no había nadie para impedírmelo, porque de otro modo no me lo explico.

Total, que salgo de casa sola y me dirijo al supermercado para hacer la compra del día.
Cojo una cesta y me encamino a la sección de dulces, galletas y chocolates, la cual tengo que cruzar sin más remedio para llegar a los lacteos.
Como hago siempre, me pierdo entre los estantes y me aislo del mundo sumergiéndome en la gran cantidad de tabletas de chocolate de lo más variado, después de todo soy una chocoadicta confesa. De repente algo llama mi atención. Se trata de una especie de liquidación de chocolates de San Valentín.
De entre todos ellos me fijo en una caja morada que contiene otra con forma de corazón.






Se trata de un corazón de chocolate con leche de la marca Milka, una de las que más me gustan.
Como está en oferta y me parece bastante barato para la cantidad de chocolate que lleva, lo cojo y lo echo a mi cesta sin vacilar.


En el transcurso de la compra, me olvido de algunas cosas, compro otras que no necesitaba y ni siquiera tenía intención de comprar, y finalmente hago cola en la caja con la sensación de que todo a mi alrededor se mueve más lento que yo.

Medio zombi, regreso a mi casa y coloco la compra convencida de que lo hago bien, pero debe ser que no lo hice bien porque, inexplicablemente, apareció el pan en la nevera, los yogures en el armario de las conservas y la leche junto a los detergentes. No me preguntéis, porque no tengo ni idea de cómo ha llegado todo eso ahí...


El caso es que cuando terminé de colocar la compra, dejé la caja del corazón de chocolate aparte, para el final, y me subí a mi cuarto con ella. Me senté en la cama y la observé durante, lo que a mi me pareció, un largo rato.
Su forma me atraía, su color también y no podía dejar de recorrerlo con mis dedos mientras sonreía seducida por sus curvas.




-Si pudiera elegir, me gustaría que mi corazón se pareciera a este -Me dije.


Entonces me puse a pensar en qué cosas guardaría dentro aquél corazón, si fuese realmente mío. Y a mi memoria vinieron millones de recuerdos, buenos y malos, y me puse a pensar con cuales me quedaría y cuales desecharía; cuáles metería dentro para conservarlos eternamente y cuales destruiría para siempre.
Luego me di cuenta de que es absurdo componer un corazón sólo con recuerdos buenos, entre otras cosas porque los míos son bastante escasos y me sobraría mucho espacio, con lo que tendría un corazón hueco y eso no me gusta nada porque cuanto más vacío está un corazón, más pesa; y el mío ya pesaba bastante.
De modo que si quería que aquél corazón sustituyera al mío, tendría que dejar dentro los recuerdos malos también, porque principalmente ellos hicieron de mí lo que soy hoy, y estaré bien hecha o estaré mal hecha, pero si algo sé es que se aprende mucho más de lo malo que de lo bueno.

En ese momento sentí un dolor agudo en mi pecho, síntoma que reconocí como algo asociado a lo mío, y me dió rabia. Me dió tanta rabia que deseé cambiar mi corazón maltrecho por ese corazón impoluto que sostenía en mis manos, rojo, brillante, perfecto en sus formas. Entonces me puse a pensar en mi enfermedad, y me acordé de una persona que al igual que yo, compartió la misma afección, de lo mucho que la echo de menos, y poco a poco se me fue formando un nudo en la garganta que no me dejaba respirar bien. Entendí que aquél era el momento de tranquilizarse y retomar el control.

Cuando recobré la compostura deseé todavía más fervientemente poder arrancarme el corazón de mi pecho y sustituirlo por el que tenía en las manos, y en ese instante caí en la cuenta de que aún no lo había abierto, que sólo estaba contemplando el envoltorio. Así que me decidí a abrir la caja... ¿Y qué diríais que me encontré?...




...






Un corazón roto... igual que el mío.




Qué ironías de la vida...




1 comentario:

Anónimo dijo...

Impresionante Malena. Creo que es de las mejores cosas que has escrito.

Lo de poner San Valentín en oferta me parece tan gráfico, que irremediablemente sé que te va a reafirmar en tu idea de que el amor está en decadencia, tanto como para ponerlo en "saldos". Y a ver quién te quita a ti esa idea ahora de la cabeza, con lo cabezota que tu eres...

El final es... brillante, Malena, brillante.

No dejes de escribir ahora que le has cogido el ritmo de nuevo, por favor!!!!.

Un beso Male.