miércoles, 11 de abril de 2012

La ciudad de las viudas

La India sigue siendo un país que me horroriza y me fascina por igual. Ese halo de misticismo y espiritualidad que tiene, contrasta con las múltiples injusticias que se dan en el país. Nacer en las castas más bajas de la India, te condena de por vida a la miseria sin que haya poder humano, ni divino, para cambiar eso. Las mujeres son tratadas de una manera que a mi me da vergüenza y me llena de coraje.

Hace un par de años que descubrí la existencia de esta ciudad de la India. Quedé tan impactada que no he podido olvidarla.
Para introducir un poco la situación cultural de la India, te cuento que allí, las viudas, acaban siendo marginadas. La sociedad las convierte en invisibles, las estigmatiza e incluso las considera portadoras de desgracias y responsables de la muerte de sus maridos. Antiguamente existía el Sati, tradición que consistía en que la esposa se suicidara saltando a la pira funeraria de su marido. Las que no lo hacían eran repudiadas, pues estaba considerado como el mayor acto de amor. Lamentablemente, muchas de ellas sucumbieron a la presión social y acabaron suicidándose.
Aquí voy a hacer una pausa para dejar claro que respeto ante todo cualquier tradición cultural, costumbre o acto religioso de cualquier tipo de cultura. Pero no puedo ser tolerante con una tradición que vulnera el derecho a la vida y prefiere la muerte de la mujer que sobrevive a su esposo. Lo siento, pero me parece tan injusto que no puedo entender algo así. 
Como si no fuera ya bastante desgracia perder al ser que amas y con el que has compartido tu vida, ellas se ven obligadas a subsistir mendigando. Muchas encuentran un lugar de cobijo en Vrindavan, ciudad situada a 150 kilómetros de Nueva Delhi. Esta ciudad considerada sagrada por ser el lugar donde el dios Krishna pasó su infancia, acoge a cientos de viudas que vagan por sus calles mientras esperan la muerte.
El testimonio de una de ellas, Radha Devi, me sigue encogiendo el estómago cuando lo vuelvo a leer: "Cuando murió mi esposo, su familia me echó de la casa diciendo que mi vida no valía nada. Yo no tengo dinero ni forma de trabajar. Por eso vine a Vrindavan: cada día me alimento de limosnas y cada noche rezo por no despertar al día siguiente". Me parece tan espeluznante el hecho de que alguien acabe sus días deseando la muerte, que me dan escalofríos.

Para que puedas continuar leyendo sobre el tema, hoy quiero compartir contigo este artículo que fue el que yo leí hace un par de años y que me golpeó tan hondo que, aún hoy día, me sigue haciendo emocionar.

También quiero dejar este enlace a la página de la asociación SOS mujer, que se encarga en exclusiva de trabajar en el proyecto de ayudar a estas mujeres. En su apartado de colaboración, hay más datos por si te interesa apoyar el proyecto. Yo quiero colaborar con esta asociación dando a conocer su proyecto y compartiendo la dirección de su página web. Si la visitas, no dejes de ver las fotografías, creo que son fundamentales a la hora de contar la historia.

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