jueves, 24 de mayo de 2012

Malena ciclista, se hace ama de la pista

Imagina que vas dando un agradable paseo en bicicleta, por un hermoso parque. Los momentos de cálido sol se intercalan con frescas sombras al pasar junto a los árboles. Y mientras disfrutas del paisaje, del canto de los pajaritos, del espectáculo cromático de las plantas y flores y de la naturaleza; una suave brisa te acaricia el rostro. A veces trae aromas de dulce jazmín, verde pino, fresca hierba y embriagadora rosa. Todo un estímulo para los sentidos que cada vez disfruto más.


Lo cierto es que no podría decir cómo empezó todo. No recuerdo exactamente qué fue lo que me hizo considerar la idea de aprender a montar en bicicleta. Supongo que fue un cúmulo de varias cosas: tenía pendiente desde la infancia aprender a montar sin las 2 ruedas pequeñas, me apetecía hacer una actividad al aire libre ahora que hace buen tiempo, el deporte siempre es saludable, necesitaba ocupar mi tiempo en algo o me acabaría volviendo loca, y el hecho de que mi padre fuera mecánico de bicis en un pequeño taller que tenía mi abuelo hace muuuuchos años. Y quién mejor que él para acompañarme en esta aventura. En el fondo creo que empecé esto más por él que por mi, quería que hiciéramos algo juntos y la excusa de la bicicleta me pareció estupenda. Lo que yo no sabía era todo lo que iba a significar después...

Una tarde le dije que quería aprender a montar en bici, y le pedí que me sacara una bici del hueco donde estaba metida, entre trastos y trastos del garaje. Tenemos 3 y la verdad es que no les hemos dado mucho uso durante estos años. Yo ni siquiera recordaba que teníamos una bici morada, pero cuando la vi, me brillaron los ojitos. No tengo ni idea de como ni cuando llegó a nuestras manos, pero vaya sorpresa. A pesar del tiempo en desuso, estaba en buen estado, sólo que muy sucia debido al polvo acumulado de años de reclusión. Sólo necesitó una pequeña puesta a punto, limpiar el polvo, engrasar bien las cadenas, ajustar los frenos y el sillín, apretar todas y cada una de las tuercas y tornillos, comprobar que las ruedas no estaban pinchadas y darles aire. Tras esto, estuvo lista para los primeros intentos.
Así que al día siguiente cogimos la bici, la metimos en la furgoneta, y los 3 (mi madre, mi padre y yo) nos dirigimos a un lugar apartado de nuestro barrio, prácticamente abandonado por la construcción inmobiliaria, el cual tiene un tramo de carretera que aún no está abierto a la circulación. Creo que los dos tenían miedo de que me escoñara por ahí, por eso insistieron tanto en venir.
Me costó muchos intentos controlar el equilibrio sin irme para los lados y  poner los dos pies en los pedales al mismo tiempo. Al principio, mi padre se empeñó en que tuviera el sillín más alto, con lo que mis pies no llegaban bien al suelo. Le dije que ni hablar, que yo primero necesitaba controlar el equilibrio y después, subiera el sillín todo lo que le diera la gana, pero que yo tenía que llegar con los pies al suelo o me pondría frenética.
Unos cuantos intentos más tarde, conseguí dominar el equilibrio en la arrancada, la marcha y la parada. En tiempo récord, para lo que yo esperaba en realidad. Y así di por finalizada mi primera clase de aprendizaje. Lo malo, fue que al día siguiente tenía un dolor de culo posaderas que era inhumano. En mi favor diré que el sillín, delgado y estrecho, preparado para ciclismo de competición, era una tortura china para cualquiera, pero sobre todo para una principiante como yo.
Cuando mi padre me dijo al día siguiente de continuar con el aprendizaje, le dije que tenía el culo trasero destrozado, que necesitaba otro sillín o no estaba dispuesta a volver a pasar por el mismo infierno. Esa tarde fuimos al Decathlon a por un sillín más adecuado a mis necesidades. Allí compramos también algunos cables para los frenos y una botella para el agua. Ahora sí, ya estaba preparada para continuar con el aprendizaje.

Los siguientes días, me atreví a circular por el parque más transitado de mi barrio. La existencia de numerosas curvas y subidas-bajadas y el tránsito de personas y animales, me ponía un poco nerviosa, pero supe centrarme y pude sacar provecho de la práctica. De aquellos días, el souvenir que me llevé para casa, fueron unas ampollas en las manos bastante molestas, un dolor generalizado en las manos y muñecas, y una tensión muscular en los hombros. El problema es que el manillar era totalmente horizontal, más para ciclismo de montaña, que para paseo urbano, con lo que iba obligada a inclinarme en una postura muy incómoda para mi altura, lo que ponía en tensión todo mi tronco superior.

Tras dar una vuelta por una tienda de bicicletas de mi barrio, compramos un manillar para bici de paseo e hicimos todos los cambios pertinentes para ajustarla a mis necesidades.
En los siguientes días todo fue mucho mejor, aunque todavía se me resistían los giros. Únicamente seguía teniendo un miedo atroz a que la bici cogiera velocidad en las bajadas, ya que todavía no controlaba bien la velocidad y la trayectoria. Salvando el pequeño incidente en el que me tragué un seto por completo, la cosa fue bastante bien. En mi defensa diré que el seto se me cruzó por delante, porque segundos antes de parpadear un par de veces, no estaba ahí el cochino seto. Y pasó lo que tenía que pasar, lo atropellé. Lo cierto es que sucedió bajando una cuesta a bastante velocidad, y no pude calcular bien el momento justo para frenar. Menos mal que llevaba el casco puesto, porque sino....
El incidente me dejó varias secuelas físicas de arañazos por todas partes y rotos en la ropa, aparte de un miedo tremendo a aquel parque y a las bajadas y subidas. No quise volver más por allí, al menos hasta que controlara bien la bicicleta. Hubo pues un cambio de escenario, nos trasladamos a otro parque cercano, mucho más grande y con mucho más tramo recto, que en mi opinión, era lo que yo necesitaba hasta que cogiera más práctica. Y lo logré, porque en ese lugar aprendí a hacer los giros y los cambios de marcha.
De hecho, varias semanas después, se ha convertido en el parque habitual para nuestros paseos diarios.
Digo nuestros porque al principio, mi padre me acompañaba a pie en las salidas, pero pasados unos días, él se animó a coger la bici para venirse conmigo. Al principio nos pareció una idea pésima a toda la familia. Mi padre ya tiene una edad y no tiene los mismos reflejos que cuando montaba en bici, en sus mejores años. Todos nos opusimos y hasta le "amenazamos", pero menos mal que él es un cabezota de los grandes y no nos hizo caso a ninguno, porque tras ver lo bien que sigue dominando la bici, aflojé un poco y le dejé acompañarme en mis salidas. Aparte, sabía que le iba a venir bien, ya no sólo por el tema de salud, sino porque le serviría como distracción. Desde que se jubilara el año pasado, se agobia tanto con tener todo el tiempo libre del mundo, que se pone nervioso y anda enreando en casa. A mi madre la tiene de los nervios, así que para evitar un conflicto familiar mayor, acepté que saliésemos los dos con la bicicleta.
Así es como se ha convertido en una actividad diaria que hacemos los dos juntos, y que disfrutamos muchísimo.

El tercer cambio en la bici, fueron las gomas del manillar donde se agarran las manos. Me las estaban destrozando, literalmente, así que tuvimos que conseguir otras un poco más acolchadas. Aún con eso, me prestaron unos guantes para no acabar con las manos despellejadas, y todo ha ido como la seda desde entonces. No tenemos horario fijo, pero todos los días intentamos dar un paseo en bici. Últimamente estamos cumpliendo una hora de paseo, y cada vez nos atrevemos a desplazarnos más lejos. Hoy por ejemplo hemos cruzado el parque de punta a punta, llegando desde mi casa (las afueras) a la estación de Renfe (centro de Torrejón). Todavía me pongo nerviosa si veo coches circulando cerca de mi, así que los evito todo lo que puedo y escogemos caminos poco o nada saturados de tráfico.

Nunca pensé que esto se iba a convertir en un vicio, porque tengo que admitir que me he enganchado a esto. Lo disfruto completamente y me está enriqueciendo mucho, aparte de los beneficios para mi salud que estoy notando. Fíjate como será la cosa que hasta me estoy planteando eso de hacer el Camino de Santiago en bici... de momento el próximo reto es ir hasta el Parque Europa en bici, y llevarme la réflex, así, mientras lo recorremos, puedo ir haciendo fotografías del parque. Y merece mucho la pena porque es un parque digno de ver, y el orgullo de todos los torrejoneros. Ya tenía pendiente una visita como Dios manda, porque desde que lo visitamos para su inauguración, no habíamos vuelto. Creo que las aglomeraciones absolutamente agobiantes de los primeros días, nos metieron el miedo en el cuerpo. Ahora parece que la cosa se ha calmado y se puede pasear mucho más relajadamente por el parque.

Mañana tengo que darle un pequeño lavado de cara a la bici, sacarle todo el polvo y engrasar bien las cadenas. Me río porque ya me parezco a esos que se obsesionan con su automóvil y están todo el día pasándole la gamuza para abrillantarlo ajajaja. El caso es que estoy tan contenta con todo lo que supone esta experiencia, que necesitaba compartirlo. Me ha salido un tochazo de post, pero la ocasión lo merecía :D

Mi bici :D

El mundo visto desde lo alto de mi bici :D


"Mira mamá, con una mano!!" xDD

2 comentarios:

Luciernaga dijo...

Hola, ahora que al fin entran mis comentarios, debo decirte que me enamoré de tu jardín :) <3

Malena dijo...

Wiiii se arregló!!
Gracias!, aunque en la foto no se aprecia mucho lo bonito que es en realidad mi jardín :D