viernes, 25 de mayo de 2007

Te conozco demasiado bien...

Te conozco demasiado bien, Benny, tu nunca harías una estupidez como esa –dijo Sharon con un gesto de incredulidad ante la historia que su novio le acababa de contar.
Benny desvió la mirada fijando sus ojos color avellana en el suelo y no se atrevió a decir una sola palabra más. Guardaba la esperanza de que ocurriera algún milagro, estaba convencido de que, de un momento a otro, se despertaría y que todo aquello sólo habría sido una espantosa pesadilla. Pero nada ocurrió, todo seguía igual: el ruido del tráfico filtrándose por la ventana, alguna sirena lejana de un coche policial y el monótono tic tac del enorme reloj que gobernaba el salón de Sharon desde la pared. Lo único que cambió en aquella reducida estancia, fue la expresión de Sharon.
–Benjamin Edgar Moreno, mírame a los ojos –le ordenó.
Benny obedeció y levantó tímidamente la vista hasta encontrarse con los ojos de ella, que ardían de ira al darse cuenta de que no le había mentido como ella pensaba.
–¡¿Estás loco?! –vociferó Sharon levantándose inmediatamente del sofá.
–Shhhh, baja la voz –le pidió Benny susurrando mientras se llevaba el índice a los labios.
–¿Cómo se te ocurre robarle a la mafia? –preguntó ella bajando el tono.
–Cuando Ray y yo asaltamos el cargamento no sabíamos que era propiedad del “Fino” –respondió justificándose.
–¡De Giovanni Finucci nada menos! –exclamó Sharon subiendo el tono nuevamente– ¿Te das cuenta de lo que has hecho?, “el Fino” es dueño de media ciudad, ¿cómo vamos a salir de esta?
–Shhhhhhh, no grites por favor. Tu no estás metida en esto, Sharon, es cosa mía.
–¿Crees que no indagará, que no descubrirá que yo estoy contigo?. Joder Benny, “el Fino” tiene ojos y oídos en cada callejón de este apestoso nido de ratas. A lo mejor alguien te vio venir hacia aquí y ahora estará yendo a contárselo todo. O peor aún ya se ha enterado y está de camino –dijo Sharon con el rostro desencajado.
–Tranquilízate nena –le pidió Benny levantándose del sillón para acercarse a ella y serenarla.
–No me llames nena, Benny –dijo ella apartándose bruscamente–. ¿Qué me tranquilice?, ¿tienes idea de lo que les ocurre a quienes se atreven a joder al “Fino”?
–Sharon cálmate, no va a pasar nada.
–¡Dios mío acabaremos con el cuerpo lleno de plomo y serviremos de comida para los peces de Finucci! –dijo ella llevándose las manos a la cabeza completamente fuera de sí.
–Shhhhhhhhhh, no levantes la voz –le suplicó mientras la rodeaba con los brazos para tranquilizarla–. Vamos nena no digas eso, todo saldrá bien, no seremos comida para peces, tengo un plan.
–¡No me llames nena!
En ese momento, un portazo resonó en el descansillo. Automáticamente, Benny, tapó la boca de Sharon con su mano para evitar que gritara debido al estado de histerismo que tenía, aunque no hubiera hecho falta, pues Sharon se había quedado completamente inmóvil.
Al otro lado de la puerta se escuchó un murmullo de voces, varios pasos aproximándose y tras una pausa que les pareció eterna y que les puso al borde del infarto, oyeron cómo esos mismos pasos se alejaban de allí bajando las escaleras. Aliviado, Benny resopló y retiró su mano de la boca de Sharon quien estaba pálida como un cadáver.
–¿Qué plan es ese? –preguntó ella con un hilo de voz.
–Iré a hablar con Finucci, le devolveré su cargamento, le pediré perdón y todo solucionado –contestó Benny con la sonrisa de alguien que está seguro de que su plan no fracasará.
Sharon mito de hito en hito a Benny buscando alguna señal que le demostrara que estaba de broma, pero no la halló. Llevándose las manos a la cabeza y dejando caer su cuerpo lentamente en el sofá dijo:
–¡Santo Cielo!, eres más tonto de lo que pensaba.
–No, Sharon, es muy inteligente –dijo él emocionado sentándose junto a ella dispuesto a desarrollarle su infalible plan–. Nadie lo ha hecho antes, todos murieron porque Finucci pensó que querían robarle su cargamento clandestino de alcohol, pero yo no quiero robárselo. ¿No te das cuenta?, en cuanto vea que su cargamento está intacto y que se lo devuelven, se alegrará muchísimo y desechará la idea de que he querido desvalijarle.

Sharon volvió a mirar a los ojos a Benny. No podía creer lo que estaba sucediendo, se había metido con la mafia y no era capaz de pensar en las consecuencias que ello conlleva. A Sharon se le pasó por la cabeza la idea de que aquello era una simple pesadilla, que estaba soñando y que nada estaba sucediendo de verdad. Con la esperanza de despertarse, se abofeteó a sí misma, pero para su disgusto no se despertó. Todo era real y estaba sucediendo en ese preciso instante.
–¡Moriremos de una forma terrible y dolorosa! –sollozó.
Benny tomó la cara de Sharon entre sus manos obligándola a centrar sus ojos llorosos en los de él.
–Escucha Sharon, nada malo nos va a pasar, todo va a salir bien. Confía en mí.
Sharon sabía que era una locura, que ese disparate no salvaría a nadie, se trataba de la mafia, no era una simple banda de rateros. Pero necesitaba creer a Benny, después de todo, aquellos ojos avellana jamás le habían mentido. Por algún extraño motivo ella era incapaz de desconfiar de lo que le decían sus ojos y se dio cuenta de que esta vez refulgían con un brillo especial.
Sharon inspiró profundamente, asintió con una leve sonrisa a la que Benny correspondió y se abrazo con fuerza a él.
–Espero que sepas lo que haces –le dijo.
–Volveré Sharon, ya lo verás –contestó estrechándola fuertemente. Después le acarició la mejilla, la beso dulcemente y salió del apartamento.
Trató de caminar lo más deprisa que pudo sin levantar ninguna sospecha, con los cuatro sentidos en alerta. Cruzó tres manzanas y dobló la esquina antes de llegar a la cuarta, metiéndose en un callejón oscuro y maloliente. Se aseguró que nadie le había seguido antes de colocarse enfrente de una oxidada y pequeña puerta de metal y llamó golpeando cuatro veces con los nudillos.
Una pequeña trampilla se abrió y unos ojos asomaron tras ella. Acto seguido la trampilla se cerró y la puerta se abrió por fin.
–Tenemos que hablar Ray –le dio Benny pasando al interior del cuchitril.
Ray escuchó pacientemente el plan de Benny con más atención que sorpresa, y cuando éste hubo terminado de contarle, Ray se tomó unos instantes antes de hablar.
–Yo no quiero entrar en esto, Benny.
–Ray, es la única posibilidad que tenemos de salvarnos.
–Benny yo tengo una familia y tengo que pensar por ellos.
–¿Crees que si “el Fino” se entera de que tu también tomaste parte en el robo, y no estás allí para devolvérselo, tu familia estará a salvo?, precisamente por ellos debes hacerlo.
Ray quedó en silencio, sabía que su socio tenía razón. Finucci no pararía hasta encontrarle, aunque para ello tuviera que torturar a su familia y Ray no estaba dispuesto a exponerles de ese modo.
–Está bien –accedió–. Iré contigo.

Antes de abandonar el local, ambos se desarmaron por completo y cogieron las llaves de la furgoneta donde habían cargado la mercancía a devolver. Con más miedo del que Ray había sentido en toda su vida, condujo hasta los muelles y aparcó la furgoneta junto al almacén 56. Una inesperada tormenta se desató en el mismo instante en que Ray apagó el motor del vehículo.
–Benny, esto no es una buena señal –dijo temblando.
–Ray no tengas miedo, saldremos vivos de esta –le tranquilizó dándole una palmada en el hombro. Ray miró a Benny, no había el mas mínimo rastro de miedo en sus gestos. “Tal vez tenga razón y todo salga bien” se dijo para sí, y asintiendo le hizo saber a su socio que estaba preparado para abandonar la furgoneta. Benny sonrió y ambos se bajaron.
En ese momento se dieron cuenta de que dos hombres bien vestidos se acercaban a la furgoneta. Petrificado, Ray miró a Benny y éste le hizo un gesto para que se calmara y le dejara hablar a él.
–¡Eh vosotros!, ¿qué hacéis aquí? –preguntó uno de los dos hombres dirigiéndose a ellos mientras se metía la mano en el bolsillo de la chaqueta y el otro echaba un vistazo a la furgoneta.
–Venimos a hacerle una entrega al señor Finucci –respondió Benny templadamente.
El hombre que les había preguntado, miró a su compañero y éste le hizo una señal afirmativa.
–Contra la furgoneta –ordenó el hombre con un leve gesto de su cabeza.
Benny y Ray obedecieron, y el hombre que había estado inspeccionando la furgoneta les inspeccionó a ellos también con el fin de asegurarse de que no iban armados. Después del cacheo, el otro que permanecía con la mano en el bolsillo, les dijo:
–Muy bien, seguidnos.
Y los cuatro se encaminaron hacia el almacén 56, bajo una fina y copiosa llovizna.
Tras llamar correctamente a modo de contraseña, alguien les abrió la puerta y entraron.
El almacén era el doble de grande de lo que parecía por fuera. En su interior se apilaban montones de cajas de madera que contenían polvorientas botellas de cristal y, desperdigadas por el suelo, algunas cajas más grandes cerradas herméticamente. Doce hombres en total, armados hasta los dientes, custodiaban tal mercancía mientras de fondo una vieja radio vomitaba las notas de un animado Charlestón.
Los dos hombres condujeron a Benny y Ray hasta el fondo del almacén, donde una pequeña puerta que permanecía cerrada, se abrió instantáneamente chirriando cuando los cuatro se acercaron. Dentro tan sólo había una mesa de madera maciza y tras ella, de espaldas a la puerta y frente a un pequeño ventanal que tenía varios cristales rotos, un gran sillón de cuero negro que presidía el minúsculo cuartucho. A ambos lados del sillón, dos fornidos hombres sostenían sus metralletas de tambor con cara de muy pocos amigos mientras radiografiaban con la mirada a Benny y Ray.
El hombre que no había sacado su mano del bolsillo en todo el tiempo, se acercó al sofá y susurrando algo inapreciable clavó la vista en los dos socios para después apartarse a un lado.
Ray trababa de contener sus temblores y de ahuyentar el miedo que le estaba invadiendo con otros pensamientos positivos, mientras Benny, impertérrito, permanecía a la espera de que quien fuera que estuviera al otro lado del sofá, se diera a conocer por fin.
Lentamente el sofá giró sobre si mismo y Giovanni Finucci apareció sentado en él sosteniendo un gran y humeante puro. Se trataba de un hombre elegante, muy bien vestido y peinado con un impecable traje oscuro a rayas, una corbata blanca y un pañuelo rojo asomando en el bolsillo izquierdo.

–Así que habéis venido a hacerme una “entrega” –ironizó Finucci.
–Sí señor Finucci, hemos venido a devolverle su cargamento –respondió Benny sin dejarse impresionar.
–¿Devolverme? –preguntó arqueando levemente su ceja izquierda.
–Sí señor, verá... hubo un error, nosotros no sabíamos que el camión que asaltamos transportara mercancía para usted. Cuando lo supimos quisimos subsanar el error y como nuestra intención no era causarle perjuicio, hemos venido a devolvérsela sin más demora.
Todos los allí presentes enmudecieron. Y mientras Ray comenzaba a rezar para sí todo lo que sabía, “el Fino” le dio una gran calada al puro.
–¿Has venido hasta mi propio almacén a devolverme ante mis narices un cargamento que me has robado por error, completamente desarmado? –le preguntó a Benny mientras se levantaba lentamente del sillón y clavaba sus ojos en los de él dejando escapar por su nariz el humo aspirado. El ruido de varias armas cargándose no hizo sino aumentar aun más la tensión que se respiraba en el ambiente.
Benny tragó saliva para evitar que la voz le fallara y corroborándolo dijo:
–Así es señor Finucci, lo sentimos, no se volverá a repetir.
El silencio volvió a hacerse en el cuartucho y no se escuchó tan siquiera el ruido de una mosca aleteando. Lo único que parecía tener vida propia era el humo que se desprendía del puro de Finucci desvaneciéndose lenta y acompasadamente en el aire.
Cuando Ray ya se imaginaba los titulares de los periódicos del día siguiente con las fotos de sus cadáveres en primera pagina, ocurrió algo inesperado. Finucci soltó un pequeño resoplido al que le siguió una tímida risa, que acabó en una sonora carcajada.
Ray, con los ojos desorbitados, contemplaba atónito la escena mientras miraba simultáneamente al “Fino” y a Benny quien sonreía satisfecho.
Todos los demás imitaron a su jefe y el minúsculo cuarto reverberó con las carcajadas que se acumulaban entre las cuatro paredes.
–¡Pero qué cojones tiene este tío!, ¿pues no va y se atreve a venir hasta mi almacén para decirme que me ha robado, y que lo siente? –espetó Finucci.
Las risas se hicieron más intensas, tanto que hasta Ray se contagió y por primera vez desde que supo que la habían cagado robándole por error a la mafia, se relajó.
Finucci salió de detrás de su mesa y acercándose a Benny, le dio varias palmadas en la espalda para acto seguido decirle:
–Me has caído bien, muchacho. Hacen falta muchos cojones para hacer lo que tu has hecho, y yo necesito hombres valientes que trabajen para mí. Tal vez tu socio y tu estéis interesados, ¿qué me dices?
El plan de Benny había resultado muchísimo mejor de lo que él había imaginado. No sólo había logrado salvar su propio pellejo y el de su socio, sino que había conseguido además la simpatía del “Fino”. Esa era la oportunidad que había estado esperando toda su vida, por fin podría darle a Sharon la vida que ella se merecía. Se acabaron los robos a pequeña escala, se acabaron las chapuzas de rateros aficionados. Esta era su oportunidad y no estaba dispuesto a rechazarla. Y en el fondo sabía que Ray tampoco lo haría, así que con una enorme sonrisa se dirigió a Finucci respondiendo:
–Claro, ¿cuándo empezamos?





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Fotograma de "Oscar, quita las manos".



"-No creo que escribas nada sobre gangsters que logre sorprenderme. Olvidas que yo te enseñé todo lo que sabes sobre cine.


-¿Apostamos?"...


Te dije que no apostaras conmigo, ¿a que no esperabas este final? jajajaja. Alguien me debe una cena Muahahahaha.


A mi hermano mayor, Gracias por enseñarme a amar el cine, y por tus locuras que refrescan mi agotado espíritu.



7 comentarios:

Malena dijo...

A ver... problemas técnicos (lo mio es maldición ya lo digo yo). He borrado la entrada anterior y publico nuevamente, que eran iguales vaya, pero el caso es jorobarme.

En la entrada anterior Eliseo hizo un comentario (que agradezco enormemente) y que paso a reproducir textualmente aquí porque me gusta conservar todos los comentarios (maniática que es una :P). Siento todo este embrollo, pero prefiero hacerlo de este modo a no reproducir su comentario.

Eliseo dijo...
Alguna expresión usada ya demasiadas veces la descripción del local que se podrían haber cambiado por otras(*) no le resta emoción ni buena escritura a un perfecto relato de gansters.
puff, en una sola frase :)

(*)Se nota que la has reescrito y releido varias veces hasta darle forma (y me gusta la forma), lo que pasa es que me gusta criticar. Por ejemplo en lugar de "aumentar más la tensión que se respiraba", el ruido de las armas pudo hacer que "Beny se tensara como un junco y Ray palideciera" y no es que "no se escuchó tan siquiera el ruido de una mosca aleteando", sino que "Benny sólo oía su corazón golpeando desacompasadamente", pero es sólo una opinión (Alguien dijo que un relato no se acaba de escribir nunca hasta que se publica y, supongo que tenía razón)

25 de mayo de 2007 8:34

Malena dijo...

Reproduzco también el de Sara textualmente...

sara dijo...
Para no ser tu estilo, lo ahs cogido con muchas ganas!!

Tiene recursos básicos del tema gánsters, pero es lógico. No sé, creo que un relato sobre gánsters no sería igual si el mafioso no fuese italiano o no tuviese su base en un almacén, no?

El desenlace es ingenioso, muy a tiempo y muy certero.

Solo una cosa...

Benjamin Edgar Moreno???????????


Eso no te lo perdono!

Jajajjaaa... Besitosss :-*

25 de mayo de 2007 9:37

tormenta dijo...

Brutal guapa! es un texto muy conseguido, mucha descripción pero tan visual que apenas se nota. La trama es buena, los dialogos creíbles, la narración agil: vamos que me corroe la envidia por todas partes :) jejeje
a mi cada semana me mola más tu estilo,siempre te lo digo.
Un beso enoooorme.
pd.es solo mi opinión, pero...:
pd1.yo he visto muchos juncos en mi vida y no suelen tensarse, más bien tienen la cualidad contraria...en fins
pd.2 desacompasadamente es una palabra un poco rebuscada, al menos en ese contexto...
pd.3 ya paro (que me estoy picando :P)

Anónimo dijo...

Pues a mí me ha gustado bastante.
Ahora, lo del nombrecito del prota... La flor y la nata del hampa chicano, vamos, jajajaja.
Saludos

vran dijo...

Bueno, voy a hacer que no he leído eso de que no va a merecer la pena.
Es verdad que tiene algunos lugares comunes y frases hechas algo típicas. Puede que el principio sea un poco flojo, pero tiene buen ritmo, los diálogos están conseguidos, y desde aproximadamente "Antes de abandonar el local, ambos se desarmaron por completo y cogieron..." mejora bastante. A mí me ha enganchado hasta el final. Transmites muy bien la confianza en sí mismo del personaje principal, las dudas del compañero, y el ambiente dentro de la nave. Y sobre todo cuando hablan con el capo mafioso. Toda esa escena es muy buena.
Sólo al último párrafo (el que empieza con "El plan de Benny había resultado...") se le pueden poner pegas. Y es que para mí sobra. Es una opinión totalmente subjetiva, pero me queda mejor el final si no lo explicas tanto.
El cuento es bueno, exagerada, y siempre merece la pena pasarse un rato por aquí.
Besos,

Pugliesino dijo...

Hacía tiempo desde el personaje de Jack de Aarón que no leía (dadme de collejas si sí leí mas sobre el tema y se me ha pasado :s) sobre el "Chicago" de la ley seca. ¿Qué no merecía la pena? Lo que lamento es tardar tanto en poder leeros pero vaya si merece la pena! Una muy buena descripción ambiental no solo en exteriores sino en interiores y además en la caracterización de los personajes muy compaginados con la época y la trama de la historia. Sus comportamientos, su habla, y sobre todo la tensión a flor de piel que transmites en tu narración en donde en cualquier momento un desenlace fatal acecha tras cada esquina o párrafo. Si acaso un pero en el final que tras tanta emoción esa caida o suspiro de final feliz baja en demasía el ritmo llevado hasta entonces pero la verdad es que por otro lado tambien era necesario o nos iba a dar algo :)
Parece extenso pero se pasa volando leyéndolo. Genial Malena.
Un abrazo!

Pedro dijo...

Grandioso, una ambientación execelente. Y es que por lo que parece no hay género que se te resista. Me han encantado las descripciones, en especial la de Fino (vamos que parecía una peli de scorsese). Y lo de los motes ("Fino"), fantástico.

Un abrazo,

Pedro.