sábado, 8 de enero de 2011

La maldición de Tutankhamón y lo mejor que me ha pasado en la vida

Ayer quedé con mi niña Klara para ir a ver la exposición "Tutankhamón, la tumba y sus tesoros". Llevamos intentando ir desde que comenzó allá por mayo, han sido unos cuantos intentos fallidos, y ya dábamos por perdida la oportunidad de ver la expo, cuando me enteré que la habían prorrogado hasta el 16 de enero. Esta vez teníamos que ir a verla como fuera antes de que clausurara. Así que ayer nos acercamos para ver por fin la exposición, pero la maldición de Tutankhamón nos persigue. Nada más llegar a la taquilla, después de dar un par de vueltas intentando encontrar el pabellón, nos encontramos con un cartel que decía "No hay entradas para hoy". WTF!! ¿cómo que no hay entradas para hoy?, no puede ser...
Estuvimos un rato asimilando la putada, paralizadas allí frente a la taquilla con la esperanza de que si nos quedábamos el tiempo suficiente, a lo mejor quitarían el cartel... pero nada, el hecho es que no vendían más entradas para ayer. Muy bien, pues nada, investigaremos cómo comprar las entradas por internet y volver el próximo martes, que no se diga que no estamos haciendo el intento...

Nos dimos la vuelta y decidimos que, ya que no ibamos a ver la expo, nos iríamos a tomar algo. La primera fue allí junto al embarcadero de la Casa de Campo. El tiempo estaba gris y hacía algo de fresco, pero nos sentamos en una terraza para poder fumar, ya que con la nueva ley, está prohibido fumar en todos los locales públicos cerrados. Allí cayó su primer botellín y mi primera fanta de naranja mientras manteníamos una interesantísima conversación sobre las ventajas de la depilación láser de alejandrita. Creo que me lo pensaré seriamente, me ha convencido.

Después cogimos el coche y nos fuimos a su barrio, donde es muy difícil encontrar aparcamiento según avanza la tarde, por eso decidimos dejar el coche allí y tomarnos la segunda en los alrededores.
Otro botellín para ella y otra naranja para mi, en este caso Schweppes, que no es que me guste mucho, pero no había otra cosa. Allí, en el segundo bar, continuamos las conversaciones interesantes sobre variados temas, hasta que terminamos nuestra ronda. Entonces sugerí ir a una coctelería a la que habíamos ido anteriormente y nos había gustado.
El Yambala nos esperaba, porque "nuestro sitio" estaba vacío. Nos sentamos y pedimos un mojito de mango para ella y una cosa rara de la que no recuerdo el nombre, para mi. Llevaba vodka, ron, licor de melón, de mango, de plátano y algo más que no recuerdo... culpa de mezclar vodka y ron en la misma copa.
Como se les había terminado la hierbabuena para los mojitos, le ofrecieron la posibilidad de hacerlo con menta, lo que no terminó de seducir a Klara, cambiando su pedido a un daiquiri de plátano.
Y allí, en "nuestro sitio", en el que será uno de nuestros locales favoritos a partir de ahora, pasamos las horas entre conversaciones, anécdotas, batallitas, risas y salidas a la calle a fumar un cigarro.
A Klara le gustó tanto el daiquiri que pidió otro más mientras yo peleaba a sorbitos pequeños mi copa, porque no quería que se me subiera mucho. No sé como (ella tiene ese poder sobre mí) me convenció para que me tomara otro daiquiri de plátano con ella, así que cuando terminé mi copa pedí uno para mí y otro para ella que ya había terminado el suyo.
Y entonces se produjo el momento más bonito de la tarde y el más bonito que he tenido en mucho tiempo: Una conversación preciosa llena de sentimiento, en la que le repetí una cosa que le dije hace tiempo "Una vez te dije, que una de las pocas cosas que había hecho bien en mi vida, fue quedar contigo aquel día de invierno para conocernos en persona". De eso hace ya 5 años.
Fue un momento tan bonito que terminé llorando emocionada a pesar de que traté de ser fuerte, pero no pude evitarlo. Creo que sabes de sobra que eres mi mejor amiga, pero también quiero que sepas que eres una de las personas más importantes de mi vida, Klara. No sé que haría yo sin tí.

Y allí, en un local abarrotado de gente, importándonos una mierda que los demás pensaran que era efecto del alcohol, nos abrazamos repetidas veces, mientras las dos continuábamos compartiendo sentimientos. De repente, un vendedor hindú de rosas entró al local y se acercó a nuestra mesa. "¿Quiere rosa?", nos preguntó, y como ya hiciera en otras ocasiones, ella compró una rosa roja para mí. El significado de eso, es tan especial y tan importante para mí, que quedará para nosotras dos. Por segunda vez en la noche, tuve que ser fuerte para no volver a llorar.

Después de eso, del MOMENTO, con mayúsculas, las cosas comenzaron a diluirse a mi alrededor. El efecto de los cócteles me dejó como flotando en una nube. Las dos íbamos bastante chispilla ya, y aunque no recuerdo con exactitud las tonterías que dijimos en ese momento, si recuerdo bien que nos reíamos sin parar.

El tiempo se nos acabó echando encima y tuvimos que abandonar el Yambala para volver a casa. Y allí, en la boca del metro de Opera, lugar donde nos conocimos por primera vez 5 años atrás, solté unas cuantas tonterías más que nos hicieron partirnos de risa y nos abrazamos fuertemente para despedirnos.

Todas las cosas que yo diga, se quedarán cortas. Así que lo único que voy a decir es que, si existe de verdad el momento perfecto, ése es, sin duda, cualquiera que comparto contigo, mi niña.


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