martes, 26 de junio de 2007

Y ocurrió...

Hace algunos días que venía presintiendo que algo malo iba a pasar, y no me equivoqué. En 27 años he aprendido a hacer caso de mi intuición porque jamás se ha equivocado, y las veces en que me he equivocado yo, ha sido por no haberla hecho caso, por negarme a aceptarla.
Algunos dicen que soy bruja, otros que tengo suerte, pero sólo yo sé hasta que punto son acertadas mis "visiones". Suelo ver las cosas mucho antes de que pasen, y eso debería de servirme para prevenirme, para tomar precauciones, pero por alguna extraña e incomprensible razón me sigue sorprendiendo cuando ocurre. ¿Ingenuidad, rebeldía, estupidez?, quizá las tres o ninguna, quien sabe.
El caso es que una vez más el tiempo me dio la razón y ocurrió eso que venía presintiendo. Sin embargo, esta vez, no me sorprendió. No sé si será porque estoy acostumbrada a que me pase o porque una vez que has visto la guadaña de la Dama Negra ya no te impresiona tanto, pero en esta ocasión no he sentido ese miedo que me atenaza por completo.
Eso me lleva a pensar que todo esto ha pasado porque así tenía que suceder (después de todo yo no creo en las casualidades), y después de la charla que he mantenido con alguien durante estos días, ya no me cabe ninguna duda de que ha sido así.
Tal vez no fuera mi momento, tal vez todavía me quede una misión que cumplir aquí o tal vez no podía marcharme sin despedirme. Ignoro los motivos, pero sé que esto ha pasado porque así debía ser.

En estas casi dos semanas, he tenido mucho tiempo para pensar en muchas cosas, para llorar, para echar de menos, hasta he tenido tiempo para escribir. Alguien que me conoce muy bien me trajo un cuadernillo y un boli, porque sabe que si no los hubiera tenido, si no hubiera podido escribir, seguramente habría tardado más en reponerme.

He aquí pues el diario de estos doce días:

-Miércoles, día 13:
Como de costumbre, me levanto de madrugada, habiendo dormido 5 horas. Me es imposible conciliar el sueño por más tiempo, así que me levanto y enciendo el televisor. Ni siquiera sé por qué lo hago, si ya de por sí no hay buena programación de día ¿qué me hace suponer que a las 5 de la mañana habrá algo interesante?. Apago la tele y opto por ponerme a leer un rato hasta que me duele todo el cuerpo de estar tendida en la cama y me levanto. Hoy no trabajo por lo que presiento que será una mañana muyyy larga.
Bebo un poco de zumo y me siento frente al ordenador para leer correos y alguna que otra historia de algún Cuentacuentos.
Así transcurre la mañana, monótona y eterna, hasta que se hace la hora de comer. Lo sé porque tenía ayudantes que me venían a buscar para que bajara a sentarme a la mesa, no porque tuviera apetito.
Como algo bajo la estricta mirada de cuatro pares de ojos y abandono la mesa para ir a estudiar un poco a mi cuarto.
No sé cuando ocurrió, porque no tengo noción de la hora que era, pero comencé a sentirme mal y a identificar mi crisis. No me asalta el miedo y los nervios de las primeras veces que me ocurría, ya soy veterana en esto y sé lo que debo hacer de forma casi mecánica.
Esta vez era una de las grandes, así que acabé en urgencias y de ahí al hospital.
Cuando los médicos descubrieron que tenía anemia ferropénica severa y que no comía bien, ni dormía desde hace bastante tiempo, casi me apalean allí mismo. Sin embargo, no me bastó con las broncas de los señores con bata blanca, "los míos" hicieron cola ordenadamente para echarme cada uno la suya también, así que fue un día bastante completito, sí.
No recuerdo gran cosa de lo que ocurrió después, porque me chutaron algo para dormir y me sumí en las brumas de la ensoñación hasta la mañana siguiente.

-Jueves, día 14:
Pruebas rutinarias, más chutes y más brumas. No soy consciente de la mayoría de las cosas que suceden este día. Nada como estar sedada...

-Viernes, día 15:
Voy evolucionando bien, mis constantes se normalizan y respondo bien al tratamiento. Me siento más fortalecida, más descansada y generalmente en mejor estado. Los de bata blanca coinciden en que si sigo así me iré para casa en breve.

-Sábado, día 16:
Todo sigue marchando bien, de modo que me informan de que el domingo me dejarán ir a casa con la condición de que siga sus estrictas recomendaciones para mi total restablecimiento. No me pueden tener más tiempo allí porque lo que tengo no reviste gravedad y se puede tratar desde casa. De modo que me escriben varias recomendaciones para varios especialistas y me recomiendan el dichoso "reposo absoluto" y la ya habitual "vida de octogenaria" para mí.

-Domingo, día 17:
Por fin me sueltan de mi cautiverio aséptico y me envían para casa con un quintal de medicación, de recomendaciones alimenticias, de broncas, de advertencias y una palmadita en la espalda.
Por fin estoy fuera, hasta respiro mejor en la calle que con la mascarilla de oxigeno. Me encuentro bien y libre, y eso me hace cometer una imprudencia: Esa noche me escapo al concierto que La quinta estación ofrece en las fiestas de mi pueblo.
Consecuencia: nuevo ingreso en el hospital.

-Lunes, día 18:
Me desperté con la esperanza de que todo aquello no hubiera sido más que un sueño, pero no, allí estaba, entre los pitidos monótonos de la maquinita que me habían conectado y el blanco aséptico de la habitación. Odio los hospitales y su olor a desinfectante, odio a los médicos, odio las medicinas y me odio a mí misma.
Ese día me cabreé y opté por una huelga de silencio, hablando sólo lo imprescindible, pero como la ira me sienta bastante mal, me volvieron a chutar cosas para tranquilizarme.
Estaba comenzando a perder el control y por primera vez lloré a gusto aunque a escondidas (sólo me faltaba que me chutaran algo para la depresión también, con lo que me gustan a mí las medicinas...).
Y comencé a repasar todos y cada uno de los momentos de mi vida, a revivir todos y cada uno de los sufrimientos, de los errores, preguntándome qué hice mal, en qué me equivoqué, en qué pude fallar. Y cuando el dolor traspasó la barrera y se hizo físico, cuando el dolor rebosó de tal manera que ya no podía sentir más dolor del que ya sentía, comencé a experimentar una desconocida sensación que más tarde identifiqué como alivio.
Es increíble como se aclara la mente cuando te desahogas, por vez primera comencé a tomar conciencia de que no saldría de allí si no ponía de mi parte. Y pensé en muchas cosas, muchísimas, en tantas que me dormí pensando y soñé que mantenía una vieja charla pendiente.

-Martes, día 19:
Alguien me trajo un cuaderno y un boli y comencé a volcar todo lo que tenía dentro. Llegué a pensar que se me quedaría corto el cuaderno porque una vez que abrí las compuertas no podía parar el torrente, y escribía y escribía hasta dolerme la mano, cosa que no me ocurría desde mis tiempos de estudiante. Y me sentí mejor y me ayudó a centrarme y a poner en orden mis prioridades.
Lo único que me inquietaba era que no me había despedido de mucha gente, cosa que suelo hacer porque ya estoy preparada para estas situaciones, y comencé a recordar momentos y conversaciones, y a pesar de que algunas ausencias me dolían más que nunca, comencé a sonreír. De repente todo parecía más sencillo y dejé de preocuparme porque no llegaría a los exámenes que me quedaban y a otras muchas cosas que en ese momento se me antojaron secundarias.

-Del Miércoles día 20, al Domingo, día 24:
Poco a poco iba mejorando mi humor y como consecuencia mi estado de salud. Los médicos se felicitaban por el tratamiento efectivo, pero yo sabía que el milagro no había sido obrado a través de drogas. Sin embargo, aunque todo evolucionaba favorablemente, no pude sacarme la espina que tengo clavada desde atrás, no puedo coser la herida mortal por la que me sigo desangrando gota a gota, sigo perdida dentro de mí misma y no encuentro la paz que anhelo, y quizá no lo haga nunca, porque tal vez haya cosas que nunca curan y lo único que se puede hacer es aprender a vivir con ello y así lo acepto resignada. Pero ahora tengo otras cosas en qué pensar, ya tendré tiempo para eso más adelante, cuando esté recuperada.

Así que fui mejorando día a día hasta que me dieron el alta el domingo 25 bien temprano con nuevas recomendaciones, medicaciones y advertencias, amén de broncas recordatorias que son mucho peores que las broncas corrientes porque incluyen amenazas explícitas :P. Y como me habían dicho que debía pasear y que me diera el sol un poco, me fui a dar un corto y sosegado paseo entre puestecitos de libros de ocasión y adopté dos: Inés del alma mía (Isabel Allende) y Gothika (Clara Tahoces), con lo que la cosa queda entre féminas :P.


No sé realmente lo que tardaré en recuperarme, pero estoy segura de que será más fácil ahora que he mantenido una interesante charla que me ha abofeteado hasta hacerme tomar conciencia de ciertas cosas. Y estoy segura de que ciertos seres, como un semielfo legendario, cuatro hermosas princesas, algún que otro príncipe, un duendecillo travieso y ciertos ángeles, me ayudarán a lograrlo.


¿Nunca os he dicho que os quiero, verdad?
Lo haré...

4 comentarios:

tormenta dijo...

!!!
en fin ...no tenía ni idea de todo esto, solo puedo decirte pequeña que me admira enormemente tu fortaleza; pero lo que si tengo claro es una cosa: que me alegro mucho de que estés de vuelta :)
mil besos
_*_*_*_*_*_*_

Anónimo dijo...

Conoces esa sensacion de tener tantas cosas en la cabeza que no eres capaz ni de ordenarlas y mucho menos de escribirlas pues asi me he quedado yo, ya sabes hombres...

Despues de leerte tres veces ojala que ese destino que dices tener que cumplir sea del todo imposible xD.

Besitos

Juli

P.D.-Por cierto si te vale un bufón/trovador porfa apuntame...

vran dijo...

No sabía nada de todo esto...
Me alegro que estés mejor y tengas algunas cosas más claras. Y de que estés otra vez por aquí... ;-)
Besos,

Pedro dijo...

Pues yo no voy a echarte bronca alguna, solo me voy a alegrar, y mucho, porque te hallas recuperado. Ya echaba de menos tus cuentos, simplemente pensé que estabas muy ocupada (y vaya si lo estabas). Recuerda que no estaría de más seguir el de los ángeles, que los fans tenemos nuestros derechos ;)

Definitivamente iré a las CLN el sábado , si puedes hacemos una mini-quedada alli.

Un abrazo y mil buenos deseos,


Pedro.

Pd: ¡Que gran elección Ghotika! A mi ese libro me encantó.