lunes, 15 de abril de 2013

Paranoias de última hora

Estoy podrida de muchas de las cosas que me están pasando últimamente. Problemas por aquí y por allá en casi todos los ámbitos. Los que me preocupan más son los problemas familiares, porque es un tema delicado y porque veo como mi madre sufre en silencio y yo no tengo corazón para ver sufrir a mi madre. Se angustia ella, me angustio yo por ella... bucle infinito. Esto no tiene fácil solución y me está consumiendo una parte importante de mis energías.

Otra parte importante me la estaban consumiendo otras preocupaciones. Pero como no puedo darme esos lujos, las he mandado todas a la mierda, con su correspondiente persona. Adivina qué... una de ellas tiene que ver con el fantasma de Jekyll... yo que había pensado que iba a tener la increíble suerte de no volver a encontrármelo más, resulta que me había equivocado. Apareció, como un espectro, un fantasma de los cubos de mierda que me he tenido que tragar antaño. Me dio la risa aunque también se me retorció el hígado de ira, por lo que decidí que no iba a perder un segundo más con este asunto, ni siquiera contándolo. Que regrese A LA MIERDA que es donde pertenece.

Y más decepciones con personas que crees conocer, pero te das cuenta de que no sabes ni quien carajo son tras haber destapado ciertas mentiras bastante dolorosas y difíciles de asimilar. Las traiciones duelen, sobre todo porque has puesto tu confianza en alguien y ese alguien se mea en ella. En mi caso, no hay nada que pueda hacer alguien para enmendar una traición tan grave como una mentira. Jamás perdono una mentira. JAMÁS. Bajo ningún concepto. Me mentiste, la jodiste conmigo. Y eso lo sabe bien quien me conoce. Soy una persona tremendamente comprensiva, puedo entenderlo todo llegado el momento de las explicaciones, pero al igual que soy abierta en confianza y sincera, también pido que lo sean conmigo. Si yo le brindo a alguien toda mi confianza y hasta toda mi comprensión, es para pueda sentir la total certeza de ser abierto y sincero y no recurrir a una mentira, porque no las perdono; y tengo tan buena intuición para las mentiras que suelo cazarlas todas tarde o temprano. Y sí, que ya sepa la verdad, no significa que no pueda hacerme la tonta y callarme para descubrir hasta donde me siguen mintiendo... eso sí, los finales de estas representaciones suelen ser apoteósicos, sublimes, exquisitamente placenteros.

En fin, hablando de otra cosa, creo que las hormonas me están cagando la vida. Necesito tanto eso tan bonito que se produce cuando otra persona te da cariño y ternura, esa paz, ese calorcito en el centro del pecho, ese sentimiento reconfortante en el alma; que creo que la estoy cagando demasiado. Necesito tan desesperadamente sentir todo eso, que me estoy equivocando en la manera en que lo estoy buscando. Me estoy metiendo en unos jardines de la hostia y esquivando por pura suerte las explosiones del campo de minas donde me estoy metiendo. Cuestión de tiempo que salga volando por los aires, y al paso que voy, no he de tardar mucho. La desesperación siempre es una mala consejera, creo que la peor de todas las malas consejeras, y yo necesito eso con tanta avidez, que las batallas que estoy librando contra mi misma están siendo épicas. Y esto es una mierda, porque no estoy consiguiendo nada más que agotarme, equivocarme, hacerme daño y encima mi desesperación no cesa. Esto va a acabar mal... muy mal.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

la desesperación no es buena consejera...cuidate amiga y que estes muy bien!
saludos
mgs

Malena dijo...

No, no lo es.

Gracias mon amie

Cariños