lunes, 26 de diciembre de 2011

Había luces tenues detrás de la puerta, que parecía entreabierta

Había luces tenues detrás de la puerta, que parecía entreabierta. Caminando de puntillas, Phill se acercó sigilosamente para observar tras la abertura. Dentro de aquella habitación, cientos de diminutos elfos de navidad trabajaban a contrarreloj en el taller de regalos, para tenerlo todo listo el día más importante del año. A un lado, Santa Claus revisaba una lista tan larga que llegaba hasta el suelo y se extendía como si fuera una alfombra de papel. Los elfos la sorteaban con gran agilidad para evitar pisarla, mientras andaban de un lado para otro empaquetando y transportando regalos.
Tras la abertura, Phill sonrió, puso su mano en el pomo, tomó aire y abrió la puerta bruscamente dejando a todos paralizados. Rápidamente se llevó la mano al interior de la chaqueta de piel de reno, sacó una mágnum 44 y encañonó a Santa Claus en la sien.
Los elfos parpadeaban sin dar crédito mientras observaban la escena y Santa Claus, asustado, dirigió sus ojos hacia el arma que le apuntaba en la cabeza.
—Siento haberme adelantado, viejo, pero quiero mi regalo. He venido a por el y me lo voy a llevar ahora mismo —dijo Phill. Santa Claus, miró a Phill a los ojos y serenamente le dijo:
—Phillip, sabes que este año no te has portado bien. Tu nombre no está en mi lista de niños buen…
Phill amartilló el revólver y Santa enmudeció.
—¿Estás seguro, viejo?, vuelve a comprobarlo —insistió Phill.
—Oh sí, aquí estás —rectificó Santa Claus tembloroso, sin mirar siquiera la lista que sostenía entre sus manos —¡Traed el regalo de Phillip!
Los elfos se miraban unos a otros sin saber que hacer, pues no había ningún regalo preparado para aquel hombre. Nervioso, Phill gritó:
—¡Vamos, traed mi maldito regalo o me cargo al viejo!
Aquello fue suficiente para provocar una estampida de elfos que corrían caóticamente de un lado para otro revolviendo los regalos. Uno de los elfos corrió hasta Phill y le ofreció un bastón de caramelo que había descolgado del gran árbol de Navidad que presidía el salón de la casa.
—A… aquí está su… su regalo —dijo el elfo.
Phill miró aquel bastoncillo tembloroso y seguidamente miró a Santa Claus.
—¿Me tomas el pelo? No tienes ni idea de lo que he tenido que pasar para llegar hasta aquí, así que ni sueñes con que me voy a conformar con una mierda de bastón de caramelo.
—Phillip, no nos ha dado tiempo a fabricar aún tu regalo —contestó Santa tratando de salvar la situación —. Acepta el bastoncillo mientras nos ponemos a ello.
Phill permaneció unos segundos en silencio sopesando la situación, mientras miraba de hito en hito al bastón y a Santa.
—¡Trae aquí! —dijo finalmente Phill arrebatándole el bastón al elfo que salió huyendo despavorido.
Phill se llevó el bastón a la boca y lo saboreó muy lentamente sin apartar la vista ni la pistola de Santa Claus. De repente la expresión de Phill cambió por completo. Algo le estaba pasando, algo muy doloroso. Se sacó el bastón de la boca y con el rostro desencajado miró hacia abajo. El extremo de un cuchillo de carnicero asomaba ensangrentado por su estómago. Phill, aterrado, levantó la vista para mirar a Santa Claus, quien extrañamente, se mostró sereno. A Phill no le dio tiempo más que a balbucear un par de veces antes de que su boca se llenara de sangre. En ese momento el cuchillo de carnicero retrocedió en su recorrido y salió por su espalda. Segundos después, Phill se desplomó sin vida en un creciente charco que teñía de rojo el suelo de madera. Todos en el taller quedaron inmóviles, más nadie gritó aterrado con la escena.
Detrás del cuerpo, Mamá Noel, sostenía un cuchillo de carnicero chorreante que había empapado su mano y su blanco delantal de sangre.
—Querido, aún queda mucho trabajo por hacer. Mañana es Navidad y todos los niños deben tener sus regalos bajo el árbol —dijo Mamá Noel sonriendo tiernamente —. Pareces cansado, te traeré una taza de chocolate caliente con unos pastelitos de canela.
Mamá Noel se agachó, agarró a Phill por el cuello de la camisa y arrastró el cuerpo para sacarlo de la habitación dejando un camino de sangre por el suelo. Varios elfos cargados con cubos de agua y trapos, corrieron a limpiar el rastro afanosamente para sacar las manchas de la madera.
Santa Claus volvió la vista hacia sus elfos y éstos reanudaron su trabajo como si nada hubiera sucedido. Mientras, él se ajustó las gafas y continuó revisando su lista de papel. En ese momento, la puerta de la calle se abrió y Mamá Noel gritó:
—¡A cenar!
Y de fondo se oyeron unas fuertes pisadas de correteo sobre la nieve. Después, los renos bramaron alegremente mientras daban buena cuenta de la sabrosa carne fresca.



¡Feliz Navidad!

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11 comentarios:

Sara dijo...

Estoy con la boca tan abierta que no puedo ni hablar.
Increíble, que vuelta de tuerca al mito de Papa Noel. Alucinante.
Eso sí, no apto para menores de edad.

;)

Rebeca Gonzalo dijo...

Estremecedor. Inicialmente pensé que el bastoncillo de caramelo estaría envenenado o que sería de plástico. Lo de Mamá Nöel no lo esperaba para nada je, je. Por cierto, ¿los renos son carnívoros? Supongo que si Mamá Nöel es tan violenta, los renos pueden comer de todo. ¡Grandioso!

Besotes, ¡Felices fiestas!

Pugliesino dijo...

¡Brillante historia Malena!

Es la primera vez que oigo, veo o leo, como es esta ocasión, acerca de la existencia de mamá Noël y su aparición no podía ser mas escalofriante. Encajas con maestría el lado conocido de la tradición con el que sucede en aquel lugar escondido del mundo. Creo que si la existencia de ella hubiera sido de dominio público no habría niños que se portaran mal en el mundo :)

Un abrazo!

alguien dijo...

Me parece un acierto siempre desmitificar los lánguidos personajes e historias infantiles, aunque creo que podía usted haber dado mucho más de sí, tal vez cambiando el narrador o siendo más sutil o más extrema, una de dos.
¡Feliz Navidad!

Esther dijo...

¡Uff! ¡Qué sangriento! Pero, es increíblemente original y está genial. Me pregunto qué hubiera pasado con esos pobres niños si Phill se hubiera salido con la suya.

Ya te lo dije en mi blog, por el cuentacuentos pero, muchas gracias por tu aviso y encantada de leerte :)

El mundo de Yas (Andrés) dijo...

jajajajaja.... que bueno... esta semana entre mis textos favoritos sin duda... felicidades.
Mundoyás.

Charlie P. Raven dijo...

Yo también pense que estaba envenenado el baston, y solo tengo una palabra ¡Sádico! ¡Me ha encantado! No vere a santa Claus de la misma manera...

atenea dijo...

¡Qué fuerte! Vaya festín que se dieron los renos, ¿no? Aunque en realidad no los veo yo muy carnívoros jajaja

He de decir que yo he visitado la escena del crimen (la casa de Santa Claus, en Laponia jajaja) y me ha dado miedo imaginarme la historia allí.

Te ha quedado genial :) Besos!!

Hell dijo...

Nena! Me encanta!!! jajajajajajaja
Sí... ya sé que soy así de sádico en algunos temas, pero éste ha sido bordado.
Muy bien narrado.
Muy buena perspectiva de la historia.
Olé, chapeau, y todo lo que te imaginas y más.
Un beso.

Hell.

atenea dijo...

Vuelvo, que la PD en tu comentario merecía respuesta jajaja

En pleno febrero como fui yo (hace casi 4 añitos) SÍ que hace MUUUCHO frío en Laponia jajaja y claro que sé por qué lo dices: http://www.youtube.com/watch?v=Cyo_nSIRDPA No lo creerás, pero fue parte de la banda sonora del viaje (imagínate, 8 erasmus españoles por tierras laponas escuchando esto en una furgoneta xDDD). Por cierto, Joulupukki (el abuelo de la canción) es el nombre de Papá Noel en finés :)

Besos!!

PD: siento lo del final de la historia, pero sólo podía acabar así... a ver si me sale alguna cursilería de las mías pronto para compensar ;)

Jan Lorenzo dijo...

Nunca, nunca, nunca molestes a una mujer que lleva todo el día cocinando para la cena de Navidad, porque te puedes encontrar con algo así XD

Besines de todos los sabores y abrazos de todos los colores.