viernes, 5 de abril de 2013

Azores, paraíso verde

Hace cuatro días que he regresado y hasta hoy me había encontrado demasiado bloqueada para ponerme a escribir. Y digo hasta hoy, porque anoche vino a visitarme en sueños Meu amor marinheiro y consiguió despejar las brumas que me tenían embotada...
¿Que no sabes quién es él? ahhh! esa es una buena historia, deja que te la cuente...

Todo empezó el miércoles 27 de marzo, donde comienza nuestro viaje, que no lo hizo con muy bien pie, pues tras varias horas de espera, el vuelo fue finalmente cancelado por condiciones climáticas adversas. Nos informaron que nos darían alojamiento para esa noche en un hotel cercano y que nos darían de cenar. Nada se sabía de lo que pasaría con el vuelo, pero parecía que iba para largo. Y así fue, al día siguiente estábamos montando en el bus de regreso al aeropuerto a eso de las 12 del mediodía, porque nuestro vuelo salia a las 14h. Perdimos prácticamente un día y eso no nos sentó muy bien que digamos. Al aterrizar en Ponta Delgada, el avión entero aplaudió, no sé si por la alegría de llegar por fin o porque el piloto era un As. Aterrizaje digno de mención con una pista cortísima, clavando el freno y el avión sin ninguna sacudida extraña. 
El caso es que un día después llegábamos a nuestro destino y San Miguel nos recibió con una niebla fantasmal que ya no nos abandonaría en todo el viaje. Parecía que lo malo ya había pasado, pero todavía nos aguardaba un desagradable percance con el coche que alquilaríamos para recorrer la isla. Percance que se solucionaría finalmente pero que nos dejó el ánimo tocado. Agotados, malhumorados, muertos de hambre y de frío, salimos a recorrer el centro y pronto me di cuenta de que algo mágico estaba pasando. El ambiente nos estaba transformando, la isla nos estaba hechizando y nosotros nos dejamos caer en ese embrujo. Realmente hay algo mágico en esa isla, no sabría decir exactamente qué es, si sus gentes risueñas y dispuestas, su niebla misteriosa que aparece y desaparece a su antojo, ese inconfundible olor a mar y a historias de marineros y ballenas... tal vez sea una mezcla de todo ello. 
Tras la cena, recuperamos el buen humor y al emprender el camino de vuelta, nos llamó la atención un pequeño local en el que todo el mundo que estaba dentro parecía feliz. Mas tarde averiguamos el motivo: el dueño permitía fumar en su bar, cosa que en España hace mucho que está prohibido por ley. Creo que esa es una de las razones por las que se convirtió en nuestro bar favorito. La segunda es por el ambiente, un bar de  lugareños alejado de cualquier aglomeración turística, tranquilo y agradable. La tercera es por el dueño, un tipo singular. Había sido marinero antaño como demostraban las fotos que tenía de él mismo desperdigadas en las paredes del bar. En una me llamó especialmente la atención, era el típico capitán de un barco ballenero, con su gorra, su barba blanca y su mirada perdida en la inmensidad del océano Atlántico. Siempre tenía una historia para quien quisiera escucharla. Qué tipo simpático. Ahh! pero me olvidaba de un detalle importante!, el nombre del bar: Cantinho dos Anjos (Rincón de los ángeles) ¿no es un nombre estupendo?... pero volvamos a mi historia, porque justo ahora es cuando viene la mejor parte, la aparición en escena de Meu amor marinheiro...
Estábamos contentos y felices tomando cerveza portuguesa, enfrascados en una amena conversación que nos provocaba risas a ratos, cuando de repente mi vista se desvía hacía el ventanal que da a la calle. Una poderosa visión me hipnotizó al instante. Un joven vestido con cazadora negra y jeans, cruzaba en ese momento la calle en dirección al bar. Alto, moreno, pelo largo ondulado y negro que le llegaba a los hombros, barba poblada perfecta, ni demasiado corta, ni demasiado larga. Tremendamente apuesto. Iba escuchando música con sus audífonos blancos y justo antes de llegar a la puerta, inclinó la cabeza para quitárselos y en ese instante sucedió. Nuestras miradas se cruzaron. Lo recuerdo todo a cámara lenta, incluida la pequeña descarga eléctrica que me recorrió la espina dorsal de abajo a arriba erizándome el vello. Sus ojos... no creo que pueda olvidarlos. Oscuros, profundos, hechizantes... como una noche cerrada en alta mar. Me pareció un momento larguísimo el que nuestros ojos permanecieron mirándose, aunque estoy segura que apenas fueron unos instantes, porque sino alguien me habría devuelto a la realidad sacándome de aquel hermoso momento con un codazo. Y entonces él entró al bar. Yo me revolví nerviosa en la silla y traté de seguir la conversación que había en la mesa, pero no sabía de que rayos estaban hablando. Desistí. Con disimulo comencé a girar la cabeza hasta que de nuevo volví a verle de pie, junto a la barra, saludando efusivamente a varios hombres. De repente, el también giró su cabeza hacia donde estaba yo y de nuevo volvió a ocurrir. Nuestras miradas se cruzaron por segunda vez en la noche, sólo que esta vez había algo distinto. El sonreía. Con una sonrisa blanca, perfecta, tan hermosa que hacía resplandecer su rostro varonil. Creo que me enamoré en ese mismo instante. No pude evitar sonreír también yo como una boba y acto seguido dejar escapar un trémulo suspiro. Mis mejillas comenzaron a sonrojarse y aparté la vista avergonzada para dar un trago a mi bebida. Nuevamente traté de disimular reenganchándome a la conversación. De nuevo, desistí  Y justo cuando me había armado de valor para volver a sostener la mirada a mi apuesto marinero portugués por tercera vez, fui devuelta a la realidad con un jarro de agua fría. Una muchacha, salida de quien sabe donde porque yo no había reparado en ella hasta ese momento, corrió a abalanzarse a sus brazos, a los brazos de mi amor marinero. Suspiré, el romance duró poco. Desilusionada, regresé mi atención a la conversación dando un gran trago a mi bebida. 
No obstante, él me haría un último regalo esa noche, un regalo para añadir a mis recuerdos. Justo cuando había comenzado a coger el hilo de la conversación de nuestra mesa, vi de reojo que ambos se dirigían a sentarse en la mesa que estaba detrás de mi. Me tensé como un palo sintiendo que se acercaba por mi espalda. Mi respiración se agitó y luché por que se notara lo menos posible. Cuando estuvo justo detrás de mi y mientras se despojaba de su cazadora negra, tuve el impulso de apartar mi silla para dejarle espacio y pudiera pasar a sentarse, pues las sillas estaban muy cercanas. Entonces ocurrió. Justo en el momento en que él colocaba su cazadora en el respaldo de la silla, rozó intencionadamente el dorso de su dedo indice con mi mano, la cual, aun estaba sobre el respaldo de mi silla. Lo recuerdo también a cámara lenta. Cerré los ojos, todo a mi alrededor quedó en silencio mientras una descarga eléctrica me sacudió el cuerpo y me ericé entera. Ahogué un gemido y me obligué a no mirarle. Estaba segura de que el bar entero se había paralizado al sentir esa descarga de tensión cuando su piel rozó la mía. Fue el contacto más íntimo y público que he tenido jamás con un desconocido. Fue muy excitante, en todos los sentidos. Cuando el dorso de su dedo terminó el largo recorrido de mi mano completa, todo regresó a su ritmo normal y el bar volvió a inundarse con el bullicio jovial que tenía. Después, él se sentó a mis espaldas. No pude estar tranquila en lo que nos restó de noche. De vez en cuando, cuando él se movía para sacudir su cigarro en el cenicero, percibía su aroma exquisitamente embriagador. Olía a mar, a sal marina de las profundidades del océano, a cuentos de sirenas y barcos balleneros. Olía a marinero... mi amor marinero. 
No quise poner atención a su conversación con aquella muchacha, no me pareció prudente, aparte de que no entendía la mayor parte porque hablaban en portugués, pero preferí evitarme el sufrimiento y convencerme de que en realidad eran dos amigos conversando animadamente. No fui capaz de mirarle por última vez antes de salir del bar y ya no volví a verle ninguna de las noches que regresamos allí. Pero sé que ambos nos buscamos con la mirada aquella segunda vez y que su contacto fue intencionado, porque de otra manera nuestras manos ni siquiera estaban cerca para haber sido accidental. 

Después de esta gran historia que me queda por decir... San Miguel es un sitio muy peculiar. En segundos puedes pasar de un día soleado y tranquilo, a un descenso brusco de la temperatura mientras la niebla engulle hasta el ultimo rayo de sol y lo deja todo con un aspecto de neblina fantasmal, de bosque encantado de cuento de hadas. Y al instante, un viento frío y húmedo con olor salino, sopla con fuerza para despejar la niebla y permitir que el sol vuelva a salir. Es una isla paradisíaca, pues todos sus paisajes están salpicados de prados con todas las gamas del color verde. Preciosos acantilados recortan la silueta de la isla, donde en ocasiones, el agua brota burbujeante de las mismas entrañas de la tierra en forma de Géiser. No hay un solo rincón donde no crezca vegetación exuberante ni tengas la sensación de estar recorriendo algún paraíso perdido de tiempos inmemoriales. Lagos verdes, azules, pozas de aguas termales anaranjadas que emanan calientes para disfrute de los bañistas. Acantilados golpeados con furia por ese mar embravecido, ese inmenso y gélido Océano Atlántico...
Yo ya lo he dicho, he vuelto a Madrid totalmente apaixonada de Açores. Sus paisajes, sus gentes, ese algo que flota en el ambiente y que te conquista sin que puedas hacer nada para evitarlo... 
No he querido contar un rollazo de diario de viaje con cada parada y cada visita que hicimos, sino mas bien transmitir las sensaciones que he sentido y que se quedarán para siempre dentro de mi. 



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Amiga! que pluma la tuya , que versatilidad de palabras ...que mala suerte aqulla chica que saliode la nada ...que hermosa historia , luego tengo algo que contarte relacionado a eso ...en fin , que me encanto y me gusta leerte de nuevo !!!
cariño mgs

Malena dijo...

Gracias amiga por tus palabras!, me dejaste con la intriga, ¿qué es eso que me tienes que contar? ardo en deseos!!

Te debo un correo, ya lo sé, soy lo peor -.-

cariños mon amie :*

Anónimo dijo...

Qué no Male! si yo tardo un mes entre mail y mail ! todos tenemos nuestros tiempos ...ya hablaremos
saludos! cuidate